Sr. Lobo (me gusta con lo de Sr. delante queda muy Tarantino) me ha indicado que debería explicarme un poco, y la verdad, sí que debería poner algo. Quizás llevo demasiado tiempo sin escribir de este aspecto de mí, como si el dejar de hablar de ello fuera a hacerlo desaparecer.
A poco que se tenga un poco de vida, el amor viene y a veces de manera sorpresiva, pero también se va, y cuando se va, deja pedazos de él marcados en tu vida. Lo que somos, en gran medida, es lo que vivimos. No he vuelto a tener una relación larga desde entonces.
Hace ya tres años, si los cuento no parecen tantos pero su recuerdo parece tan lejano, se acercaba este día, su cumpleaños. Realmente, durante ese último año, yo había sido muy poco yo, no estaba a bien con nada de lo que era mi vida, y encima había pasado algo conmigo estando en Manchester (tentación y caída del débil e inseguro que era yo) que me hacía desear algo distinto a lo que teníamos. Ese año viví la situación inversa, ella estaba en Canarias trabajando, y ahora era yo el que vivía en la ausencia, paseando y caminando por toda la ciudad que era de ella, porque realmente Sevilla era más suya que mía, pues amaba más este lugar que yo. Así se me cambió la perspectiva. Empezaba a tener claras ciertas cosas que hasta entonces no lo estaban, pero a ella también se le cambió la perspectiva. En Canarias cambió, y cuando esa vez nos vimos yo empezaba a sobrar, finalmente, antes de volver a las islas, rompió conmigo. Algo que entiendo, y por las cosas que arrastrábamos en gran parte merecía.
Sin embargo, aquí no terminó todo. Seguimos hablando los meses siguientes, y parecía que estaba construyéndose algo nuevo, ella vino en diciembre, y parecía que volvía a haber sitio para nosotros en su vida. Sin embargo cuando en fin de año nos llamamos, ella me hizo una descripción de su noche que me hizo sentir como un pesado lastre para ella, sus deseos y sus sueños. Al poco hablamos seriamente, por móvil, le pregunté que dónde encajaba yo?, porque cada vez que le decía de ir de visita ella me decía que no, por no hablar de ir allá a buscar vida. Algo pasaba, aclaremos que entre la ruptura conmigo y la reconciliación hubo alguien más en su vida, pero que ella decía que se había acabado. Seguí tirando de la lengua, cuánto tiempo piensas seguir lejos? y luego? vendrás por aquí? A dónde? Y te acompañaría? Entonces dónde quedo yo? y muchas más. Por las respuestas averigüé no solo que no había sitio para mí, ni esperanza de que la hubiera, sino que además que había más sitio para el otro. Así que ante el planteamiento le dije que mejor no continuásemos. Por móvil, ni siquiera nos vimos las caras en ese momento.
Entonces ya no pude seguir estando tan normal, de amigos como lo llaman. Oír la voz suya me mataba porque deseaba tanto lo que no me querían dar, que unas migajas sólo me hacían empeorar. Una conversación por Messenger podía ser letal. Le dije que no podía seguir hablando con ella una temporada, que tal como habían quedado las cosas lo necesitaba. Ella lo entendió.
Finalmente al cabo de los meses lo tenía más encajado, total ya había roto conmigo antes, ese tiempo regalado no habíamos estado saliendo, saliendo. Finalmente vuelvo a hablar con ella y todo era resentimiento por su parte. Aunque con tintes de actitud de indiferencia, ah? hola, y ahora, a que has venido a hablar conmigo, que no querías que dejásemos de hablar, y en medio de esas palabras frías se esforzó en dejarme muy claro que mejor me fuera bien lejos, porque había encontrado algo mejor y estupendo (el otro), y así, lo tuve que hacer porque una cosa era saber que estaba con otro y otra que me sentase bien que me lo restregasen en la cara, de manera directa o indirecta cada dos por tres. Así que bueno, mantuve la distancia, total para lo que había que oír.
Lo malo de que tus parejas tengan blog, es que aun después de haber roto, sigues tentado a mirar que pone. Y un día entro en su blog y leo que tuvo un accidente de coche con unos amigos pero que salieron ilesos por suerte. Total que como con su mejor amiga yo me llevo estupendamente pues le pregunto y me dice que no tenía ni idea, así que ella la llamó inmediatamente. Cuando terminó me dijo que todo estaba bien.
A los días me la encuentro por Messenger y le pregunto, y ya si antes era indiferencia, ahora era ira. Me dijo de todo menos bonito al respecto de que no la llamase y que era una mala persona, egoísta y demás lindezas... que me fuera al carajo, dos días más así... tratando de suavizar las cosas, pero ella no paraba de herirme, si no tuvo bastante con restregarme su nueva pareja, ahora esto. Reventé. Le dije que se acabó que de verdad tan lejos me quiere así iba a ser, y así fue como borré su Messenger, su teléfono, su blog. Todo lo que me facilitaba el comunicarme con ella.
Aunque esos momentos que he contado están ahí, no quiero que malinterpretéis como es ella por unas cosas de un final de relación, ni mucho menos. Hay mucho más bueno de todos los años anteriores. Por ese final, desde entonces, llevo una espinita clavá, como se suele decir, que hace que cada octubre me resulte terriblemente melancólico.
Y no sé por qué el día veinticinco me da por mirar al cielo, y recordar algo bueno que tuve. Porque no hay tanto bueno con lo que se tropiece uno. Lamento las palabras que le dije cuando se fue por primera vez a Canarias, lamento que no pudiéramos arreglar nuestros respectivos resentimientos, y más lamento no haber oído de ella jamás las palabras de compresión que sé que tenía dentro. A pesar de todo aún tengo ganas de cruzarme con ella por la calle y darle un abrazo para sencillamente decirle que me importa.