Si la otra vez había poca visibilidad, en esta no había.
Dos Hermanas, 5:30 de la mañana, 28-F, suena el "despertador" (el móvil). En este orden: ducha, yogurt, tostada, maleta y coche. Recojo a Maese en su casa. Me hizo entrega de mi tarjeta FEDAS, por fin, tras mucho tiempo esperando, pude decir adiós al trozo de cartón que utilizaba provisionalmente. Y así, tempranito, a las 6:10, salíamos rumbo a Benalmádena (Málaga, Costa del Sol).
El trayecto se hizo rápido sin ningún tipo de problemas. Fue curiosa la niebla que encontramos en el camino, no llegaba a estar a la altura del suelo, de manera que a un metro por encima del coche unas nubes densas nos cubrían el cielo pero no el frente y por tanto teníamos visibilidad. Íbamos entre algodones de azúcar. En la radio Blind Guardian; al volante, yo; y durmiendo, Maese.
Llegamos al club de buceo con tiempo para tomarnos un desayuno y saludar a las caras conocidas y a las nuevas. El buen rollo es lo principal, y aquí hay para dar y regalar. :-)
Tras el desayuno, montamos nuestros respectivos equipos y los revisamos, después revisamos el del compañero. Ojo, eran las 9:30 de la mañana, hacía frío, y allí estábamos en bañador. Cuando empecé en esto no pensaba que fuera a ponerme en pleno Enero a bucear como ya hicimos la otra vez, y hoy estábamos repitiendo.
Al llegar a la zona de inmersión ya íbamos prevenidos, visibilidad poca. La otra vez también hubo poca, pero pudimos hacer una excursión más o menos vistosa a pesar de todo. En esta, como pronto descubrimos, la visibilidad era de medio metro en el mejor de los casos. Vistoso, imposible.
En la zona de inmersión, a medida que nos íbamos equipando, nos íbamos lanzando al agua y esperábamos a los demás en torno al cabo del ancla de la embarcación. Una vez agrupados, bajamos por el mismo de uno en uno, Yo iba el cuarto durante el descenso, y sólo veía al que iba inmediatamente delante mía, más allá, nadie, una cortina turbia de agua y arena, a veces la linterna de Oscar. La temperatura del agua era fresquita, 14º. Mis manos lo notaban, menos mal que llevaba guantes.
Llegamos al fondo, 18 metros de profundidad, y a pesar de la visibilidad, medio metro, puede que menos, ya que estábamos, haríamos un paseo, total, veíamos la aleta del delante, no?, entonces en marcha. De repente el ancla levó y dejó a su paso una enorme cortina de polvo oscuro como las tinieblas, que se cernió lenta e inexorablemente sobre nosotros. Visibilidad en ese momento, con suerte e imaginación, las manos delante de la cara. A pesar de esto, con total normalidad, empezamos nuestro invisible paseo por el fondo. Agua, arena, agua, arena, agua, piedra, arena, arena, agua, y al rato, 90 bares en la botella, vamos acabando la inmersión.
De vuelta en superficie, decidimos no hacer la segunda inmersión que teníamos programada. Por hoy ya ha sido suficiente. En tierra, endulzamos el equipo, recogemos el material, frutos secos y galletas a discreción, comentamos la experiencia y tomamos bebidas espirituosas varias.
Maese, como vamos con tiempo, nos saltamos lo de comer aquí y vamos derechos a casa, ya tomaremos algo en el camino. Esta vez, yo duermo.